-Pero la gran puta! Cuando deja de llover?!?!
Haciendo un alto en la jornada laboral, salgo unos minutos del edificio a fumarme un pucho. Desprevenido, no me detuve a pensar que todavía estaría lloviendo. Y cómo! Parece increíble, pero ya perdí la cuenta de cuántos días hace que llueve! 8? 10? 12? Molesto, busco reparo bajo un alero que asoma unos 40 centímetros de la pared, y me pego a ésta para tratar de no mojarme. Con fastidio, compruebo que el ángulo en el que cae el agua no alcanza a mojarme la cabeza, pero sí lo hace con los zapatos. Y bueh! Habrá que aguantársela unos minutos si me quiero fumar el pucho.
Saco el atado del bolsillo, y me lamento al comprobar que se encuentra aplastado. Lo debo haber presionado contra el apoya brazos de la silla. No es la primera vez que sucede y, como en las anteriores, me prometo que para la próxima compra que haga en el kiosco, pediré los Philips Morris Box, en lugar del común, aunque sean más caros.
Saco el primero cigarrillo que asoma del paquete. Si ya había arrancado torcida la escapada, empeoró al encontrarme con que el pucho estaba roto. Lo tiro al piso y busco otro. Tengo que ayudarme con el dedo índice para agrandar un poco más la boca del paquete y, así sí, alcanzar al que sigue. Esta maniobra me sirve para darme cuenta de que me deben quedar, sin contar este último que acabo de sacar y estoy por fumarme, dos o tres cigarrillos más. No alcanzan para pasar todo el día encerrado aquí dentro. Los tendré que estirar, al menos, hasta que sea el horario del almuerzo y pueda salir a comprar más.
Me llevo el pucho a la boca, y antes de encenderlo, compruebo que la lluvia empezó a caer más fuerte. Lo que era una llovizna constante pero fina, pasó a ser una lluvia copiosa, de esas más propias del verano que de mediados de mayo. Miro al cielo, como si esperara ver algún indicio que me esperance con que va a parar, pero sólo se ve un gris monótono. Esto no para ni por putas!
En ese mismo momento, del celular que guardo en el bolsillo de la camisa, escucho el sonido de un mensaje entrante en el whatsapp. Enciendo el pucho, y saco el teléfono para ver de qué se trata. Es un mensaje en el grupo “Yolarre clavua lAlba”, enviado por Tito, que decía:
Mañana deja de llover. Que alguno ponga la casa para hacer un asado… manga de culiados!
El grupo “Yolarre clavua lAlba”se creó en una ocasión donde el Remo nos invitó a un grupo de amigos del fútbol de los miércoles, a festejar su cumpleaños en la casa, que en realidad era la casa de sus viejos. Esa noche, además de los familiares y otros conocidos, asistimos un grupo de 5 o 6 amigos del Remo. Como es de costumbre en este tipo de eventos, nos habíamos agrupado todos en un rincón, dado que no conocíamos a los demás asistentes. Ya habíamos comido unas cuantas empanadas, y bebido unos cuanto vinos, y de a poco la vergüenza inicial de no conocer a casi nadie, la fuimos perdiendo. Primero alguno alabó en voz alta a las empanadas que había hecho la madre del Remo. Después, otro inició el canto del feliz cumpleaños, a viva voz, completamente a destiempo. Antes o después, ya no recuerdo el orden, alguno alzaba la voz para pedir más vino. Y así, de a poco, íbamos ganando protagonismo en la reunión. Mientras tanto, los platos de empanadas se vaciaban, y las jarras de ese vino suave,… amable,… entrador, también. Y así estábamos, cuando cerca de la medianoche, se abrió la puerta que da a la calle, y entró una mina hermosa, bastante más joven que nosotros, con el cabello largo y la misma tonalidad ocre del Remo, pero una figura mucha más estilizada, y unos rasgos mucho más delicados que los que portaba el gordo hediondo que nos acompañaba todos los miércoles. Era tan hermosa, que no había forma alguna de no quedar instantáneamente enamorado de ella. Por la familiaridad con la que fue recibida, y los primeros comentarios que generó en los demás asistentes, fácilmente dedujimos que se trataba de la hermana menor del Remo, que recién estaba volviendo de la facultad. Alba, la mina en cuestión, generó en nosotros una homogénea reacción: no le podíamos sacar los ojos de encima. La mina, a medida que avanzaba con los saludos a los invitados, se iba acercando al círculo de alzados, que persistía en clavarle la mirada, con la jeta y los ojos bien abiertos, sin disimular el asombro, y sin importar si en la misma habitación también estaban el hermano, el padre, y hasta la que había hecho las empanadas. Alba se dirigía a nosotros, como un cordero a las fauces del lobo, que se relamía por la inminencia del encuentro. Cuando llegó, lejos de incomodarse por tanta presión visual y gestual, Alba desplegó un sinfín de gracia y simpatía, mientras nos saludaba uno a uno con un beso en la mejilla, y una sonrisa de diamantes en su rostro. El resto del evento lo pasó sentada con sus familiares, desgraciadamente en el lado opuesto del salón. Horas más tarde, cuando ya casi no quedaba nadie, y el plato de las empanadas ya no era repuesto, se nos acercó el Remo, y con gesto serio nos increpó:
-No se hagan los pelotudos, que me di cuenta cómo la miraban a mi hermana. Con la hermana de los amigos, no se jode, eh!
El Cabezón, hasta con solemnidad diría, lo paró en seco:
-Qué decís, pelotudo?!?! Cómo se te ocurre que le faltaríamos el respeto a tu hermana?!?!
El Remolacha, no sin antes sostenerle la mirada unos segundos, por fin se declaró satisfecho y nos dejó. Inmediatamente después, el Cabezón creó el grupo, y el primer invitado fue el Remo.
El recuerdo me distrajo demasiado. La ceniza larga, a punto de desprenderse, evidencia lo poco que había pitado el pucho. Un nuevo alerta, me avisa que llegó otro mensaje. Es en el mismo grupo, y fue enviado por el Lechuza:
En unos minutos les confirmo si puede ser en casa.
Al toque escribe el Cabezón:
Dale pelotudo, apurate! Que anoche ya te tomaste unos minutos para anticiparlo al 9 de ellos antes de que nos hagan el primero!
Lechuza: el sanjuanino se durmió! Yo no tuve nada que ver.
Narigón: yo voy adonde se aga.
Cabezón: Haga con “h”, burro de mierda!.
Narigón: Burro me dice tu hermana.
Remolacha: Jajaja.
YO: Yo no voy. Juega San Martín a las 7.
Membrillo: Dejate de joder!!! Si van a perder de nuevo. No te amargués!.
YO: Chupame un huevo.
Lechuza: Sorri. No puedo poner la casa. Pauli invitó a los padres.
Cabezón: No seas pollerudo!
YO: Un sanjuanino le dice a la jermu que cancele todo porque lleva a los amigos a comer a casa, y que se organice para preparar las ensaladas, y después lavar los platos.
Membrillo: Entonces que ponga la casa el sanjuanino si tiene tantos huevos.
YO: Ya te dije que no, porque voy a ver el partido del glorioso Verdinegro.
Cabezón: Sanjuanino y la concha de tu madre! No rompás las pelotas y poné la casa.
La dinámica de la charla, me impide volver al escritorio. Saco otro pucho del maltrecho atado, y lo enciendo.
YO: No. Se van a tener que buscar a otro.
Narigón: voz cabeson hace rato q no pones la casa.
Cabezón: A tu hermana la pongo seguido.
Remolacha: Jajaja
Membrillo: dale sanjua! Si juegan con Chaca. Son 3 puntos en el bolsillo!
Tito: Manga de maricones! Hace 2 meses que no nos juntamos! Alguno que ponga la casa!
El diálogo se interrumpe, y eso me permite disfrutar a conciencia del cigarrillo. Pero el placer dura lo que demoro en pensar en el partido contra Chaca. Será posible?!?! Tener esta sensación de que es un partido crucial cuando es la última fecha del campeonato, y ya están definidos los descensos, y no peleamos por un lugar en ninguna Copa? Se supone que debería estar, sino entusiasmado por la posibilidad de clasificar a alguna Copa, feliz por no haber descendido! Pero no! Resulta que estamos preocupados por los pocos puntos con los que arrancamos el campeonato que viene!!! Le meto una pitada larga al cigarrillo. No de placer, sino de bronca!
Retomo el whatsapp.
Cabezón: en serio, en casa no se puede
Membrillo: Y qué quieren? Que lo haga en el balcón del departamento? Evidentemente yo no puedo poner la casa!!!
Narigón: Yo puedo poner la casa, pero no tengo contratado el pack de fútbol para ver los partidos
Cabezón: Sos una laucha inmunda!
Tito: Remo, sos el único que nos puede salvar. Poné la casa.
Remo: Déjenme ver…
Tito: Sanjua, si el Remo no puede, te caemos a tu casa, y te gritamos los goles de Chaca en la jeta!
La frase mete miedo. No porque me caigan a casa, sino por la posibilidad de que Chaca nos haga goles. Aunque la verdad, puede pasar cualquier cosa.
Remo: Mis viejos no van a estar. Nos podemos juntar en la casa de ellos. Traigan plato, vaso y cubiertos, porque no me voy a quedar 2 horas lavando sus mierdas.
Remo: Ah, y alguno venga temprano a hacer el asado, que a mí no me sale bien.
Lechuza: Yo lo hago
Membrillos: Voy. Llevo unos salamines
Remo: Yo compro la carne, el pan y para ensaladas. Que otro se encargue de las bebidas
Cabezón: Voy, manga de culiados
Narigón: Me desocupo de lo de la casa de la hermana del cabeson y voy
Tito: Joia. Nos vemos.
Le meto la última pitada al pucho, y lo tiro con desgano. Mientras veo cómo es apagada la brasa por la lluvia, me envalentono, y decido subir la apuesta. A fin de cuentas, está la posibilidad de que vuelva a ver a Alba:
YO: Yo llevo la bebida, y caigo a las 7 para ver el partido. A los que tengan huevos, los espero para gritarle los goles de San Martín en la jeta.
YO: Pelotudos de mierda!
No espero a recibir las respuestas. Guardo el celular en el bolsillo de la camisa y, con los zapatos empapados, vuelvo al puesto de trabajo.